viernes, 16 de noviembre de 2007

Los Amos de México

Muchos se preguntan, sí México es tan rico, porqué su gente en su mayoría es tan pobre.
El siguiente artículo nos responde parte de esa pregunta. México desde la llegada de los españoles, ha estado en manos de unos cuantos, que controlan los hilos del país, que deciden sobre la mayoría conforme a sus intereses.
Cuando los españoles lograron someter a los mexicanos, solo eran unos cuantos miles que dominaban a millones y aún después de 500 años, todo sigue igual y lo peor es que seguimos resignados a nuestra suerte, seguimos aceptando "nuestro destino".



Cd. de México.- En un país con 40 millones de pobres, 11 archimillonarios dan mucho que hablar. ¿Los Amos de México? es el nuevo libro que lanza este otoño al mercado latinoamericano la editorial Planeta y que está coordinado por Jorge Zepeda Patterson. En él 11 periodistas prometen mostrar los trapos, sucios y no tan sucios, de 11 empresarios mexicanos cuya influencia, en la mayoría de los casos, es continental.
Por: Por Alejandro Páez
28-Octubre-2007 (09:59 a.m.)

Emilio Azcárraga Jean, heredero del imperio Televisa

En México, 20 familias concentran el 10 por ciento del PIB y el 50 por ciento del mercado de valores. Según la lista Forbes, 10 empresarios nacionales forman parte de la casta de multimillonarios —con una fortuna de más de mil millones de dólares—, y por si no fuera suficiente, el hombre más rico del planeta, Carlos Slim, hizo su fortuna desde suelo azteca. Entonces, ¿por qué 40 millones de individuos viven en la pobreza? De acuerdo con los autores, algunas de las respuestas, porque son varias, pueden encontrarse en el análisis de estos personajes, los protegidos, la casta intocable, los que se han hecho al amparo de los políticos y de leyes antimonopólicas laxas.

Con autorización de la editorial, Newsweek en Español presenta a continuación algunos fragmentos de las biografías de 5 de los 11 empresarios retratados en este libro que, como se advierte en su nota introductoria, no pretende lincharlos simplemente por ser millonarios, pero los expone como extremos en la desigualdad económica que acosa al país, y que es, junto con el narcotráfico, la apertura de sectores estratégicos o la consolidación de la democracia, uno de los retos más difíciles para el México del siglo 21.
Se han seleccionado cinco perfiles emblemáticos para los lectores de Newsweek. Se omite el que parece más obvio: el de Carlos Slim Helú, el hombre más rico del planeta. Se incluye, sin embargo, a su gran enemigo —según el mismo libro—: Roberto Hernández, con una carrera similar a la del dueño de Telmex e incluso su socio en el pasado; a Olegario Vázquez Raña, quien brinca del negocio en los ramos de la medicina y los muebles a los medios de comunicación; a un miembro de la casta empresarial clásica mexicana y dueño de la mayor empresa televisiva de habla hispana, Emilio Azcárraga, a la familia Ramírez, y finalmente, a Jorge Vergara, quien ha irrumpido desde la clase media, con gran estruendo, en el sector empresarial, y es un caso atípico respecto a los anteriores.


Emilio Azcárraga Jean
Las apuestas de la pantalla
Jenaro Villamil

A los 29 años de edad, Emilio Azcárraga Jean tuvo que dejar a un lado su pasión por los deportes acuáticos para concentrarse en el rescate del consorcio más importante de medios de comunicación en habla hispana. En marzo de 1997, el tercero en la dinastía de los Azcárraga, varón único del tercer matrimonio de Emilio, “El Tigre”, Azcárraga Milmo, heredó de su padre un enorme desafío más que el goce de una fortuna valuada en 5 mil,400 millones de dólares por la revista Fortune.

La situación no era nada fácil para Azcárraga Jean. Televisa tenía una deuda que entonces parecía impagable: MIL,480 millones de dólares, derivada en su mayoría de la compra de la participación accionaria de Rómulo O’ Farrill, de la deuda Alameda cuyos intereses crecieron en forma exponencial, de la deuda de 320 millones de dólares con su tía Laura Azcárraga y de 200 millones de dólares con los bancos, más una serie interminable de intrigas y ambiciones de parientes y ex socios de su padre; las ventas netas de televisión habían disminuido drásticamente: 17.9 por ciento entre 1994 y 1995, como resultado del “error de diciembre”; los gastos de capital también se redujeron drásticamente, de 2 mil,168.8 millones de pesos en 1994 a 955.8 millones en 1995. Televisa terminó el año de 1996 con pérdidas netas por 598.5 millones de pesos, según el informe del consorcio ante la Securities and Exchange Commission (SEC), el organismo de Estados Unidos que regula la actividad del mercado de valores.

A la muerte del magnate, las acciones de Televisa cayeron 1.35 por ciento en un solo día.

Por si fuera poco, el principal producto de Televisa —sus contenidos audiovisuales— registraban una caída sostenida ante la audiencia mexicana. Su competidora TV Azteca, con apenas cuatro años de existencia, le quitaba audiencia a sus telenovelas, noticiarios y programas de espectáculos. La empresa IBOPE México informó que en el horario triple A, el más caro de la televisión privada, Televisa “bajó progresivamente a lo largo de 1996, de un promedio anual de participación en el mercado de aproximadamente 81 por ciento en 1995 a poco más de 74 por ciento en 1996”.

Al 31 de diciembre de 1996, la compañía que controlaba el 65 por ciento de las concesiones de televisión privada y las compañías de televisión restringida Sky y Cablevisión, poseía el 50 por ciento de la empresa satelital Panamsat y ramificaba sus intereses en la industria editorial, radiofónica y en el mercado norteamericano a través de Univisión, tenía un número total de 20,700 empleados entre la compañía y sus subsidiarias. El problema no sólo era el gran número de empleados, sino el oneroso gasto de mantener 46 vicepresidencias que, en muchos casos, no cumplían con funciones claves. Hoy tiene 16,205 empleados, después de sucesivos recortes y reestructuraciones que le permitieron eliminar salarios tan onerosos como el del médico personal de su padre y otros afectos de “El Tigre”, que sin hacer nada ganaban entre 500 mil y 1 millón de pesos.

Televisa estaba tan enferma como su dueño y artífice de la transformación en el imperio mediático de habla hispana, Emilio, El Tigre, Azcárraga Milmo. Y el elegido para enfrentar la terapia de choque, su hijo Emilio Azcárraga Jean, no tenía ni la edad, ni la experiencia ni el control accionario suficientes para revertir la situación. Poseía apenas el 10 por ciento de las acciones de la empresa, un porcentaje menor al que tenía la familia de Miguel Alemán Velasco, con 11 por ciento del total, los Burillo Azcárraga con el 16 por ciento, y los Cañedo White con el 10 por ciento.

“El Tigre” Azcárraga Milmo enfermó de gravedad a fines de 1996 y no había tomado las previsiones suficientes para pasarle a alguien la estafeta. Miguel Alemán Velasco, el segundo accionista más importante y amigo desde años atrás de “El Tigre” jugó un papel clave en este proceso de transición en el mando de la empresa.

A finales de febrero de 1997, Alemán fue a visitar a su amigo para recomendarle que tomara medidas urgentes en la sucesión. “El Tigre” quería que él se quedara al frente durante un período de transición. Él le confió que buscaba hacer una carrera política, ahora que ya nadie

Jorge Vergara
Chivas en cristalería
Jorge Zepeda Patterson

Jorge Vergara Madrigal no se parece a ningún otro de los empresarios importantes de México. Ni a los buenos ni a los malos; simplemente entra en otra categoría por la naturaleza de su negocio y las características de su trayectoria. No ha construido empresas famosas y los productos que fabrica y vende no pueden encontrarse en las tiendas; no cotiza en bolsa y prácticamente está ausente de las secciones de negocios y las columnas financieras de la prensa especializada. Hasta hace muy poco tiempo era un perfecto desconocido entre la élite de la iniciativa privada. Y sin embargo, luego de Carlos Slim, es el empresario mexicano más mencionado en los medios de comunicación en los últimos años, particularmente en el extranjero. Y aunque por su facturación de mil,200 millones de dólares anuales Omnilife se ubica apenas en el lugar 118 entre en la lista de las primeras 500 empresas, su dueño es actualmente uno de los hombres con mayor liquidez en el país, gracias a los enormes márgenes de utilidad con los que opera.

La chequera veloz de Jorge Vergara no está sujeta a un consejo de administración, a las restricciones de una calificadora de bolsa o la exigencia de alguna consulta familiar. Eso le ha permitido gastarse 30 millones de dólares en planos de arquitectos famosos de un centro cultural que no se construye, 160 millones de dólares en equipos de fútbol o 50 millones en el avión privado más caro de América Latina.

No está mal para alguien que hace 17 años pedía prestado a un amigo para pagar un boleto de avión, y 20 años antes de eso surtía carnitas a distintos puestos.

Hoy Vergara encabeza un corporativo con presencia en 19 países, a través de cuatro millones de vendedores de productos para el cuerpo y el alma, quienes lo reverencian con sentimientos normalmente reservados a un líder espiritual o a un ídolo del rock. Ha convertido a Las Chivas en una máquina de hacer dinero y en una plataforma que igual le permite enmendarle la plana a Hugo Sánchez por el manejo de la selección nacional, que encarar a Televisa y a los americanistas con desplegados en prensa para anunciar una presunta goliza. Un empresario que ha salido a comprar equipos de futbol a Europa y a ganar concursos de cine como productor en Cannes. Una mezcla de Donald Trump, y predicador mesiánico. Pero, probablemente, el único empresario mexicano que está decidido a hablar mandarín con fluidez (y con él sus hijos y colaboradores) como parte de la estrategia para conquistar el mercado chino y triplicar sus ventas en cinco años.

El vertiginoso encumbramiento de Jorge Vergara es una de las historias más peculiares en los anales del empresariado. Su imperio no es producto del espaldarazo de un presidente, ni requirió contratos oscuros que le permitieran ordeñar al erario; su dinero no procede del lavado de dinero, como algunos de los ricos tradicionales de Guadalajara llegaron a decir en algún momento; tampoco es resultado de un golpe de suerte bursátil. Nada le ha llegado a Vergara de manera gratuita. Su fortuna es producto de su portentosa habilidad para vender, su temeridad y una vocación natural para enzarzarse en todo tipo de litigios para salirse con la suya. Además, claro, de 30 años de ensayo y error y no pocos fracasos.

Olegario Vázquez Raña
El amigo de todos los presidentes
Marco Lara Klahr

El de los Vázquez Raña cabe en ese puñado de clanes empresariales mexicanos a los que, al menos de acuerdo con su imagen pública, no puede dejar de mirárseles sino adosados al poder político. “Más que dueños […] son representantes de intereses”, propone el académico Roberto Garduño. Ahora mismo, uno de su estirpe ha puesto al aire lo que parecía imposible y constituye la base de la tercera opción televisiva comercial del país, Cadena Tres. Por la pujanza y envergadura de sus negocios, su figura controversial y su pragmatismo al contemporizar con políticos y burócratas del más alto nivel, Don Olegario es quien ostenta hoy el liderazgo de aquella familia, originalmente fundada por esforzados inmigrantes gallegos que aprendieron de negocios ejerciendo en México de aboneros, tenderos y administradores de un hotel de paso, desde la tercera década del siglo 20.

A despecho de sus más de 70 años de vida, este ex camionero y ex mueblero nacido el 10 de diciembre de 1935 en la colonia Guerrero, va y viene por los aires, literalmente, gobernando su vasto conglomerado, con su pinta afable, estatura media, toscas manos de labriego gallego y unos anteojos de levísimas monturas de oro que, armonizando con el peinado, confieren a su rostro ancho un toque juvenil. “Viajo el 90 por ciento en helicóptero. Tengo helicóptero, tengo avión. Soy una persona […] que le gusta usar las cosas. Nunca he sido esclavo del dinero, el dinero me sirve para darme los gustos que yo quiera, pero no para presumirlo. Me gusta darme buena vida. Tengo tantos negocios, que no puedo estar dos o tres horas en el periférico; tengo el helicóptero porque es muy obligatorio para mi trabajo”.

Durante décadas parecía ser alguien condenado a vivir a la sombra de su hermano tres años mayor, Mario, magnate priista de grandes gafas, que hace evocar a los personajes de Abel Quezada; gusta de figurar en las portadas de su cadena de diarios, “los Soles”, y ser llamado “licenciado”, y tiene la reputación de haberse enriquecido mediante las redes de intereses que abona desde la década de 1970 entre la clase política, empezando por cada presidente de México. Pero a partir de mediados de la década de 1980, Olegario Vázquez Raña comenzó a forjar su propio camino de manera plena y notoria, con la adquisición del financieramente maltrecho Hospital Humana.

Olegario, nombre germánico, significa “el que domina por la fuerza de su lanza”. Y en efecto, este ex campeón de tiro deportivo, capitanea su holding armado de una peculiar fuerza intuitiva y una sonrisa espontánea que le han permitido adquirir y hacer prosperar todo tipo de empresas, sea cual sea su salud contable, o echarse en el bolsillo lo mismo al general Hermenegildo Cuenca, secretario de la Defensa Nacional en el “echeverriato”, que a la media naranja ex presidencial, Marta Sahagún de Fox.

Un giro del que, sin embargo, jamás se habla abiertamente en sus decenas de empresas es el de los centros de apuestas, a través de Eventos Festivos de México SA de CV, que posee autorización oficial para 20 “salas de sorteos de números”. Aparte, siendo alguien que todo el tiempo está tomando decisiones de riesgo, existe un tema de conversación que lo perturba: el de sus supuestos negocios con la Secretaría de la Defensa Nacional, Sedena. En tal caso, niega con vehemencia aquello que, según un par de fuentes, daría cuenta del auténtico origen de su fortuna: “¡Nunca en mi vida he vendido un cartucho! ¡Nunca en mi vida he vendido un gramo de pólvora! ¡Nunca en mi vida le he vendido a Sedena!”

Queda, en todo caso, registro documental de su posible interés por adquirir una fábrica de municiones. En una tarjeta informativa de la Dirección Federal de Seguridad se asienta que él, Olegario, realizó “gestiones para la compra de las acciones” de Cartuchos Deportivos de México, SA, por cuenta de su hermano Mario Vázquez Raña y el general Hermenegildo Cuenca Díaz, a mediados de la década de 1970. Luego desaparece todo rastro de aquella posible operación para hacerse de una empresa establecida por Remington hace casi medio siglo y que en la actualidad, bajo la denominación Industrias Tecnos, SA de CV (de manera formal, propiedad de Breco Holdings, Inc.), provee cartuchos Águila al Ejército mexicano.

En su camino siempre hacia arriba, este “rubí del empresariado nacional” —como lo proclaman periodistas zalameros en Líderes Mexicanos— ha padecido también un intento de secuestro y el asesinato de sus guardaespaldas, además de un ostensible distanciamiento de Mario —su hermano protector y maestro—; sus modos de pachá cuando visita Avión, la tierra de sus padres (provincia de Orense, Galicia); el control de unos cuantos periodistas mediante sueldos desproporcionados, y las quejas persistentes sobre la calidad del servicio en sus hospitales (de las 2,000 quejas contra servicios médicos privados captadas por la Comisión Nacional de Arbitraje Médico entre enero de 2002 y febrero de 2007, el 6 por ciento correspondió a Grupo Ángeles Servicios de Salud), e imputaciones sobre tráfico de influencias.

Roberto Hernández Ramírez
El villano favorito Alejandro Páez Varela

Ningún mexicano en la historia ha logrado lo que Roberto Hernández Ramírez: sentar en su mesa a dos presidentes en funciones de los Estados Unidos, y darles hospedaje en su propiedad. En un puño caben los que han hecho rabiar a personajes tan poderosos como Carlos Slim Helú o Andrés Manuel López Obrador, y muchos menos son los que los han puesto a raya. Pocos, como él, han sido acusados durante años de manera tan insistente y por razones tan diversas —evasión de pago de impuestos, tráfico de influencias, especulación, injerencia irregular en la vida política del país e incluso narcotráfico—, y casi ninguno ha salido tan bien librado: Hernández no tiene, hasta donde se sabe, un solo proceso abierto desde la autoridad.

Caben en los dedos de una mano los que han brincado, en dos décadas, de “no tener ni para pagar su tarjeta de crédito” a la lista de multimillonarios globales de la revista Forbes, o a ser uno de los miembros de la junta directiva de Citigroup, el grupo financiero más importante del mundo.

Nacido en Tuxpan, Veracruz, en 1942; casado dos veces y padre de María Guadalupe, Roberta y Andrea; temido, reservado hasta en el plano familiar, se ha buscado para sí una imagen de “nacionalista” que convive con la apreciación de que es, más bien, un depredador de los intereses de los mexicanos. Sólo la venta del Grupo Financiero Banamex generó sospechas de evasión de impuestos por 3 mil 500 millones de dólares. ¿Por qué es él quien carga con los señalamientos y no Alfredo Harp Helú, su gran amigo, su inseparable socio “al 50 por ciento en todos los negocios”? ¿Por qué no el resto de los accionistas que de manera unánime le autorizaron vender el banco y un fuerte catálogo de propiedades históricas de la Nación, como el Palacio de Iturbide?

Porque lejos de retraerse, la presencia de Roberto Hernández en la dinámica nacional se ha acentuado en los últimos años.

Si a principios de 1990 se dijo que su amistad con Carlos Salinas le había permitido saltar de la oscuridad a ser el principal dueño de Banamex, en la siguiente década ya participa directamente con el presidente del país. Si en 1988 no aparece entre los miembros de la Comisión de Financiamiento de la campaña de Salinas, a partir del 1999 ya es uno de los soportes de las correrías de su ex compañero de la Universidad Iberoamericana, Vicente Fox Quesada: le pone casa de campaña; lo manda a vacacionar en su finca exclusiva de Punta Pájaros, en Quintana Roo, y otorga aportaciones económicas directas, a su nombre, para los proyectos personales que el entonces mandatario comparte con Martha Sahagún, su esposa: es parte de la lista de donantes de Vamos México, y del acta constitutiva de la llamada “egoteca”, el Centro de Estudios, Biblioteca y Museo Vicente Fox Quesada.

Y después, en 2006 —de acuerdo con la izquierda mexicana y los observadores políticos—, su presencia no se limitará al apoyo; es un activo en la campaña que lleva a Felipe Calderón Hinojosa a la Presidencia.

El exitoso banquero, sin embargo, no es hombre de un partido. Colabora directamente, por ejemplo, con el Gobierno del Distrito Federal (GDF) que encabeza el perredista Marcelo Ebrard Casaubón, uno de los hombres más cercanos de López Obrador. Mario Gómez, amigo de Bárbara Hernández (hermana de Roberto), dirige el comité de financiamiento de “Salvemos al Río Magdalena”, estrategia ambientalista presentada por el mismo jefe de gobierno el 5 de junio de 2007 (el Día Mundial del Medio Ambiente) en el Foro Cultural de la delegación Magdalena Contreras. Gómez no lo hace a título propio, sino en representación de la “Fundación Elena y Pedro Hernández”, de la cual Roberto es presidente del consejo directivo. El nombre de la asociación civil viene de los padres del banquero satanizado por el PRD casi de manera obsesiva. Curiosamente, el comunicado de prensa de ese día, emitido por el GDF, oculta el apellido “Hernández”. Dice, textual, al detallar los comités: “Financiamiento. (Coordinador Mario Gómez, Fundación Pedro y Elena). Este comité busca identificar posibles donantes y fondos públicos y privados nacionales e internacionales…”, etcétera. No se agrega ni se omite una coma.

El 23 de mayo de 1993, a las 2:07 de la mañana, la explosión de un arsenal clandestino en Managua, Nicaragua, reveló la existencia de una lista de empresarios mexicanos “secuestrables”, supuestamente elaborada por miembros del grupo separatista vasco ETA; entre los mencionados estaba Roberto Hernández. Después, el 14 de mayo de 1994, un comando armado secuestró a Alfredo Harp. Por estos dos incidentes, se afirma, la vida de Hernández Ramírez se maneja con gran cautela, a extremos asombrosos: Aplique en su buscador favorito de internet “Pedro Hernández Maldonado”, padre de Roberto, fallecido a finales del 2000. A pesar de que fue alcalde de Tuxpan en la década de 1980 y se vio obligado a renunciar por presión de grupos sociales y políticos, encontrará poco, o nada de su vida.

No deja de llamar la atención que, en cambio, el tuxpeño tiene acceso a los expedientes de millones de mexicanos —si lo desea— por la naturaleza de sus negocios: la banca. Sólo su competencia, o el Gobierno Federal y el Instituto Federal Electoral (IFE), tendrán un padrón tan bien actualizado.

Para la realización de este perfil biográfico se entrevistó a casi una docena de personas. En los asuntos más polémicos o en las acusaciones más fuertes (como el narcotráfico) se usan fuentes directas, y sólo en temas menores se permiten los anónimos. Se consultaron hemerotecas, más de dos docenas de publicaciones prestigiadas de México y el extranjero, y se visitaron cinco ciudades y regiones del país, una de ellas dos veces, para encontrar fuentes primigenias.

El título no viene de una deducción. Se le cita a él, según las crónicas sobre la reunión de principios de febrero de 2006 en Valle de Bravo, en la que Hernández reclama a Obrador, entonces candidato de la izquierda a la presidencia, por sus señalamientos. El político hace referencia del episodio en su libro sobre la postelección.

“Soy su villano favorito”, le dijo Hernández. De aquí sale el título.

Una acotación sobre este evento. Varios entrevistados coinciden en que las acusaciones del político “inocularon” al personaje, y trasladaron el debate sobre su polémico rol en la agenda nacional de las tribunas públicas a la política. En los últimos años, los mexicanos han visto cómo las acusaciones en campaña se quedan allí: en las campañas. Este texto usa con prudencia, entonces, las declaraciones de López Obrador.

Se deja establecido, desde este inicio, que se solicitó en dos ocasiones y por dos medios diferentes una entrevista con Roberto Hernández, en la secretaría particular de Hernández, con Ana Cecilia Gallardo. Una vez se negó; en la segunda, él y su equipo cercano optaron por el silencio.Por último: Este primer apunte se plantea como advertencia. Puede ser visto, también, como una introducción.



Los Ramírez
El imperio de la fantasía

Un hombre está recostado en una cama. Se encuentra boca arriba, con la cabeza hacia el televisor. Tiene la mano izquierda extendida y la derecha cerca de la ingle. Junto a él, un revólver Colt, calibre .38 especial. Su cuerpo sangra. Tiene cinco heridas de bala. La recámara está en orden y no se distinguen señales de forcejeo. El hombre, de 79 años, está vivo.

La esposa del hombre tiene problemas de audición. Necesita un aparato especial para escuchar. Habla por teléfono en otra habitación.

Su residencia es vigilada por 19 guardias de seguridad. Cuando se producen las detonaciones, dos empleadas domésticas se encuentran con el chofer, buscando unas clavijas. La esposa y ellas son las primeras en encontrar a la víctima. Se levanta un velo de confusión.

El célebre productor de cine y televisión, Jerry Bruckheimer, recuerda la idea que un día llegó a venderle el escritor Anthony Zuiker: “Entras en una habitación y encuentras a una mujer sin vida, una maceta rota en el suelo y un elefante rosa en el jardín. ¿Qué fue lo que sucedió?” Así nació la serie “CSI Crime Scene Investigation”, quizá la más vista en los años recientes, con una audiencia global de 2 mil millones de espectadores y cuyas historias de investigación forense se desarrollan en tres de las ciudades más fotogénicas de Estados Unidos, Las Vegas, Nueva York y Miami.

Pero estamos en Morelia, Michoacán, el 6 de junio de 1996. La escena descrita no corresponde al guión de una serie de televisión ni al de una película de Hollywood.

La noticia recorre el país de inmediato. El licenciado Enrique Ramírez Miguel, fundador de la Organización Ramírez, la empresa líder en la exhibición de películas en México, fue encontrado sin vida con cinco disparos de arma de fuego en su cuerpo, según las autoridades. En los medios se divulga un comunicado de prensa de la familia con una versión distinta: el empresario se lesionó accidentalmente de un tiro, cuando limpiaba una pistola, por lo cual fue trasladado con vida al Hospital Memorial, donde falleció al filo de las 13:30 horas.

Originario de Encarnación de Díaz, Jalisco, Enrique Ramírez Miguel se inició en el negocio de la cinematografía en 1956. Era aficionado a los toros, practicaba la equitación y, en un rancho de su propiedad, en Guanajuato, se dedicaba a la crianza de caballos ingleses.

Se le consideraba pionero de una industria que hasta pocos años antes de su muerte era controlada por el Gobierno, mediante la Compañía Operadora de Teatros. El 28 de septiembre de 1971 fundó Organización Ramírez, con la inauguración del Cinema Morelia, hoy convertido en Cinépolis Morelia Centro. Dos semanas después, el 12 de octubre, abrió en la Ciudad de México Cinema

La Raza 70.

Cuando él murió, la Organización Ramírez se presentaba como la empresa líder en su ramo en América Latina, al poseer 435 salas en México, con una asistencia anual de 50 millones de personas. Las empresas del corporativo incluían a: Cinemas, Gemelos, Multicinemas, Cinépolis y Multivideo, en las cuales se daba empleo directo a más de 3 mil personas en aquel 1996.

En cuatro décadas, Ramírez Miguel había construido uno de los corporativos más poderosos del país. Un dato ilustra su campo de acción: fungía como presidente del Consejo de Administración de al menos 25 empresas en Michoacán, Jalisco, Tamaulipas y San Luis Potosí. Poseía el 4 por ciento del Grupo Financiero Inverlat y era vicepresidente de Multibanco Comermex en la zona Occidente. Su familia tenía la representación de las compañías Ford, Mercedes Benz, Zuzuki y Yamaha en Michoacán.

Entre las empresas del grupo se encontraban la División Inmobiliaria Grupo Ramírez (INGRA), que inició en 1976 cuando Enrique Ramírez Miguel y sus cuatro hijos emprendieron el proyecto de un centro comercial que se llamó Plaza Las Américas. El complejo incluía la tienda de autoservicio Comercial Mexicana, un conjunto de Cinemas Gemelos y diversos locales comerciales. Su éxito generó el impulso de otros centros tipo “mall” en la región.

Actualmente, INGRA tiene presencia en Sinaloa, Tamaulipas, Guanajuato, Nuevo León y Michoacán. Su operación incluye centros comerciales, estacionamientos, locales independientes, terrenos, hoteles, agencias de automóviles, fraccionamientos y un centro de espectáculos. Una superficie total de más de 600,mil metros cuadrados distribuidos en más de 450 locales comerciales.

Se trataba de un personaje influyente y poderoso cuya muerte conmocionó a Michoacán y a buena parte del país. Pero, ¿fue un asesinato, o un suicidio?

Toamdo de Vanguardia.

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