miércoles, 28 de noviembre de 2007

Entrevista con Salvador Morales Garibay - Ex EZLN

FEBRERO DE 1999
Entrevista con Salvador Morales Garibay
por Maité Rico y Bertrand de la Grange

Como muchos de nuestros colegas, intentamos hablar con él después de que su existencia se hiciera pública. Queríamos conocer su versión de la historia como parte de la investigación que concluiría en el libro Marcos, la genial impostura (1998). Todos nuestros intentos fueron en vano. Su silencio nos hizo pensar que estaba fuera del país, detenido en algún cuartel o, incluso, muerto. Tuvimos que esperar hasta después de la publicación del libro para que Salvador Morales Garibay contestara finalmente a nuestra solicitud de entrevista. Tenía unas quejas. La más seria de ellas era que lo calificábamos de “delator”, y lo señalábamos como el “garganta profunda” de los servicios de inteligencia mexicanos. Él lo niega de manera tajante. Durante los dos largos encuentros que mantuvimos con él, habló de su trayectoria política, de cómo entró en las Fuerzas de Liberación Nacional (fln), la organización armada de los años setenta que da origen al ezln, de los motivos de su ruptura con la guerrilla y de su tormentosa relación con Marcos. En ningún momento aceptó dar una sola pista sobre su situación actual. Ha leído todo lo que se ha publicado sobre Chiapas en los últimos años, incluyendo los comunicados de su antiguo compañero de lucha, al cual se refiere casi siempre como “Guillén Vicente”.
¿Es cierto que usted reveló la identidad de Marcos? No, no, no… Yo nunca busqué a la seguridad mexicana. Ellos llegaron a mí, porque me estaban buscando. Tampoco delaté a nadie. Mi contribución consistió en aclarar dudas cuando me interrogaron. Ellos ya tenían mucha información, y ya sabían quién era Marcos. Para entonces tanto Gobernación, como el ejército, como todos esos organismos de inteligencia nos tenían ubicados. Tampoco fui yo quien les dijo dónde estaban los campamentos, ni otras cosas de la organización. Ustedes menosprecian a los servicios de inteligencia. ¿Y cómo sabían de ustedes? La seguridad había recibido cartas de denuncia. Nos delató una mujer que nos conocía de cuando trabajábamos en la Metro (Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco). Me enseñaron la carta, pero no pude ver su nombre. Vi que estaba mi nombre y el de Guillén. Entre diciembre de 1994 y enero de 1995 me empezaron a buscar. Yo vivía con mi familia. Me di cuenta porque noté que pasaban muchos vehículos por delante de la casa. Vi que no era una operación a la vieja usanza de las desapariciones. Un día tocaron a la puerta, yo me escondí y abrió mi madre. Un hombre le ofreció propaganda de Multivisión, pero supe por sus preguntas que era una pantalla. Incluso le dio un folleto que no tenía nada que ver. Así que me fui de mi casa. Yo tenía una serie de documentos importantes que le había dado a guardar a un cuate mío. Le había dicho que si me ocurría algo, los enviara a la seguridad. Y cuando se entera de que he desaparecido los envía. Me encuentran a finales de enero de 1995. Ya tenían todo. Inteligencia había hecho su trabajo.
¿Dónde estaba en 1994? En el 94 estaba fuera del país. ¿En qué país? En otro país. Regresé a finales del 94. ¿No le preocupa que lo consideren un traidor? Si aprendí algo de Guillén Vicente fue a prever. Sabía que yo iba a ser considerado el traidor. Me planteé si era conveniente contestar. Pero en realidad me daba igual, porque creo que eso es más bien una cuestión de ellos, es cuestión de que se valore qué fue lo que pasó. Pero no me considero un traidor, ni mucho menos. ¿Cómo entró en contacto con la guerrilla? Fue en 1979, cuando yo era el encargado de los talleres de la carrera de Diseño Gráfico de la uam. Mi tarea era hacer las fotocopias, entre otras cosas. Por eso se me acercó gente conocida y me pidió ayuda para imprimir unas revistas. Ése fue mi inicio. Sin ninguna explicación política. Una de las revistas se llamaba Conciencia Proletaria, que se convirtió después en Lucha Ideológica. Serían unos 100 o 200 ejemplares. Después supe que eran para los colaboradores y los militantes de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN). Eran revistas de análisis teórico. Yo no sabía nada de política, no entendía lo que era la política, y se me hacían difíciles de leer. Después me pidieron que si una camisa, que si pilas, cosas que no tenían nada que ver con una revolución, pero era, según entiendo, lo que se necesitaba en las casas de seguridad. ¿Quiénes eran los que lo contactaron? Eran algunos compañeros de trabajo, entre ellos estaba Silvia, que se hacía llamar “Gabriela” en la clandestinidad, que era la mujer de Rodrigo, uno de los principales dirigentes de las FLN. También estaba Rafael Guillén, que entró en la organización en esa misma época. ¿Qué hacía Rafael Guillén? Él daba clases como auxiliar, porque todavía estaba estudiando la carrera de Filosofía en la unam, y entonces llegó con un medio tiempo. Yo asistí a sus clases porque entre otras cosas se pretendía que todos los que éramos técnicos docentes supiéramos todo lo que se hacía ahí en la carrera. ¿Cómo era como profesor? Se hacía llamar el Cachumbambé. Era el reflejo de lo que es ahora, de sus famosos comunicados. Patas Verdes, porque siempre usaba tenis verdes. A sus alumnos, que en general era gente bien, muchachos del Pedregal de San Ángel, les decía: “Muchachos, les voy a enseñar cómo sus padres explotan a los mexicanos”. Era un showman, que desde entonces ya sabía lo que quería y tenía una gran capacidad para controlar tanto sus actos como a la gente. ¿Estaba vinculado en ese momento a algún grupo político? Yo creo que no. Creo que él empezó a tener contacto con las FLN cuando llegó a la uam. Para finales de 1979 él ya asistía a casas de seguridad, y yo apenas iba empezando. Yo me formé, como mucha gente, en las reuniones sindicales. Guillén me decía “tú ve y escucha, ve cómo se pelean unos con otros, y ve cómo aquél dice eso y el otro dice lo otro”. Ésas fueron mis primeras participaciones políticas. En general era un ambiente en donde la lucha sindical estaba en efervescencia. Hubo huelgas muy importantes, en las que Guillén tuvo mucho que ver, porque él desde atrás, sin participar en reuniones, decía “hay que hacer esto”, y la gente lo hacía. ¿Cuáles eran sus relaciones con Guillén? Como compañeros nunca congeniamos. Su estilo de imponer las cosas me enfermaba. Lo hacía de una manera muy sutil. Yo me resistía. Siempre hubo un distanciamiento entre nosotros. Él ya se consideraba como “el secretario de Dios”. ¿Por qué acabó usted integrándose en las FLN? ¿Qué lo convenció? Mi motivación para entrar en esa organización fue la de aprender y conocer algo distinto. Cuando se me acercaron los compañeros no me dijeron “vente a la revolución”. Me decían que a ellos les gustaba hacer muchas cosas, aprender y viajar. Todo lo que no había hecho yo en los 18 años anteriores. Yo para entonces no entendía de política, ni había escuchado jamás a Mercedes Sosa ni a Silvio Rodríguez. Y me recomendaban cosas como que me cuidara en el metro, a mí, que desde niño recorría solo la ciudad. Para mí era buena gente. ¿Cuál era el proyecto de las FLN? ¿Qué proponían? Con el tiempo supe que era una organización político-militar que quería la toma del poder por las armas para quitar al gobierno federal. Decían que el gobierno y el ejército eran malos y que por eso existían los pobres. Había que tomar el poder para llegar al socialismo. Se acercaban más al modelo cubano, aunque la revolución sandinista y la salvadoreña eran un ejemplo muy grande, con la ventaja de que eran más cercanas y más actuales. ¿Y por qué fueron a Chiapas? Chiapas no se escogió por su potencial revolucionario, sino por una razón geográfica. Allá no llegaban los soldados, y se podían hacer prácticas de tiro sin problemas. Es un lugar que ya se conocía. El grupo que conformó César Yáñez, el fundador de las FLN, ya había estado ahí a principios de los setenta. Su visión era que Chiapas era un lugar apto para la guerrilla, la Selva Lacandona en específico, porque es un lugar cerrado, de difícil acceso. ¿Entonces no se trataba de reclutar población local, a los indígenas? No, la idea era llegar a la selva, instalarse, entrenarse, dominar la selva, o por lo menos que la selva te aceptara, para luego de ahí salir e ir contactando gente. Se quería practicar ahí, formar a los guerrilleros, para que después ellos pudieran atacar en cualquier parte del país. La idea original de las FLN era que el proletariado es la vanguardia. Lo indígena salió ya después. En el grupo que llega para formar el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) había tres ladinos: Germán, que era hermano de César Yáñez, Elisa y Rodolfo; y tres indígenas, Javier, Jorge y Frank, que habían sido reclutados en los Altos de Chiapas y que tenían familiares en comunidades de la Selva Lacandona. Ellos entran a escondidas, con la mochila al hombro, y forman su campamento el 17 de noviembre de 1983. Empiezan a abrir caminos entre la selva, en lugares donde no hay poblados, hasta el fondo de la selva, allí, en la Biósfera de los Montes Azules, donde no llega nadie. Así estuvieron como cuatro o cinco meses, cuando ya empezaron a llegar otros grupos, de tres, cuatro o cinco personas. Algunos van de visita nada más quince días en sus vacaciones, ven, conocen cómo está la selva y se regresan. Al año siguiente llega Guillén Vicente. Los que aguantan quedan, y los que no, pues para atrás. Guillén llega como cualquier recluta, como llegamos todos, y empieza a aprender a cazar, a manejar las armas, a caminar, a dormir en hamaca, porque pues nadie sabía dormir en hamaca, y a hacer las prácticas militares que te enseñaba Germán. A principios de 1985, que es el año en que yo llego a la selva, es cuando se empieza a salir a hacer los contactos políticos en las comunidades. ¿Quiénes hacen esos contactos? Los primeros contactos se hacen con los indígenas del grupo: Frank, Josué, Yolanda, que es ahora la mayor Ana María, reclutada también en los Altos, en la zona de Huitiupan… Las comunidades no ven a Marquitos, no ven a Germán, no ven a Elisa… ven a un indígena.
¿Y qué es lo que les proponían ustedes a los indígenas? Era el programa básico de siempre: techo, pan, salud, educación, libertad, independencia… Empezaban con pláticas ligeras, para luego a lo último decirles qué era la lucha armada y que necesitábamos que ellos apoyaran esa lucha armada. Ya para entonces las comunidades llevaban comida y cosas a los insurgentes, y algunos respondían bien, pero otros “se atoraban en su desarrollo”, como decíamos entonces. En algunos lugares, según la gente, según la persona con quien se hablaba, se decía que era para imponer el socialismo, y en otros no. Normalmente era fácil, porque hay que recordar que esta gente ya estaba más o menos formada políticamente. En la selva lo único que se oía era la onda corta, especialmente Radio Habana, y también Radio Sandino de Nicaragua y la Farabundo Martí, de la guerrilla salvadoreña. Entonces no era lejana la idea del socialismo, y menos con Radio Habana todo el día prendida. ¿Qué era el socialismo para los indígenas? ¿Cómo lo visualizaban? Yo creo que la gente veía una opción para tener lo que no había: carreteras, luz, agua entubada, que los camiones de redilas pudieran subir el café y todo lo que producían… Decían, bueno, pues eso sí está bien. Eso no se lo había propuesto ningún delegado del gobierno ni nada. Se lo había propuesto alguien del grupo ése que estaba escondido allí en la selva. Decían: todo lo que hay en la ciudad, lo tenemos que tener nosotros. Eso era lo máximo. ¿Pero ellos pensaban en una sublevación armada, en una guerra, con muertos y heridos? Yo creo que al principio no. Decían que “los éjércitos federales” son muy malos, pero había gente que nunca había visto a un militar. Nunca. Eran poblaciones muy aisladas. Los que salían a Ocosingo conocían a los soldados, pero la gente en general no. Y toda la propaganda, toda la ideología del EZLN, iba encaminada a que el éjército era opresor, era malo, era quien los iba a matar, y que por lo tanto había que levantarse en armas. Y era creíble, en el sentido de que llegaban con documentos y fotos. Ellos nunca lo habían vivido. El Estado, no sólo el éjército, estaba ausente en la selva, pero la Iglesia había llenado el vacío y se sabe que la diócesis de San Cristóbal ejercía realmente el poder en esa zona. ¿Qué supuso la diócesis, y en particular el obispo Samuel Ruiz, en el proceso de implantación del EZLN? La diócesis de San Cristóbal no dio la entrada al EZLN, pero el que estuviera exactamente ahí sí es una gran ayuda. La formación que el obispo Samuel Ruiz da a los catequistas es una cuestión invaluable, que si no hubiera existido no hubiera habido ese crecimiento ni esa capacidad de maniobra del EZLN. La estructura que la diócesis había formado era una estructura muy parecida a la del EZLN, en el sentido de que había rangos. Estaba la gente que tenía el contacto directo con Samuel Ruiz, los diáconos y los catequistas. O sea, una organización muy valiosa para nosotros, que fue aprovechada por el EZLN. ¿Cómo fue aprovechada? Fue aprovechada para contactar a la gente. Alguien habló a Lázaro Hernández, por ejemplo, que era una gente con mucha experiencia y con una presencia muy grande. (Lázaro Hernández era tuhunel de tuhuneles, es decir, diácono de diáconos, y hombre de confianza de Samuel Ruiz.) Él contactó a los otros diáconos, los diáconos a los catequistas, y ya si los diáconos y los catequistas son del EZLN, pues la gente en general va a ser del EZLN. Ese acercamiento a gente de importancia en cada comunidad fue lo que dio la base para que la gente dijera, bueno, si ellos están con los armados, nosotros también vamos. ¿Y ante esto, qué decía el obispo? Yo creo que Samuel Ruiz sí sabía, porque sabía de las Fuerzas de Liberación Nacional desde los años setenta, pero también creo que nunca imaginó la capacidad que iba a tener el EZLN para poder contactar a esa gente y convencerla. Yo creo que Samuel Ruiz pensaba que iba a pasar lo mismo que con los grupos anteriores de asesores, que él mismo había traído, pero que llegó un momento en que empezaron a inmiscuirse en problemas de las comunidades y los echaron para afuera. Él pensó que sería lo mismo. La diferencia es que el EZLN sí estaba ya dentro, sabía de los problemas que pasaban dentro de las comunidades y por lo tanto podía sortear esos problemas. Pero Samuel Ruiz hubiera podido impedir la instalación de los dirigentes zapatistas. ¿Por qué no lo hizo? Yo creo que Samuel dejó hacer, pensando en que el grupo no iba a crecer. Samuel recibía información fragmentada. Ante Samuel teníamos una cobertura de proyectos, como clínicas, talleres de costura y de trabajo político. Y Samuel iba a bendecirlos y el presidente municipal se quedaba tan contento. Ven algunas cosas, pero no el gran trabajo que se está haciendo. Por eso los curas de la diócesis estaban tranquilos. Para Samuel y Gonzalo Ituarte, el vicario, éramos “Marcos y esos chamacos”. Ellos decían que todo era una calentura de jóvenes atrabancados, y que se nos iba a pasar. Ituarte lo comparaba a cuando él estaba en la universidad. Y Marcos montaba en cólera: “Esto es una revolución”, gritaba. ¿Qué tipo de diálogo tenían con la diócesis? Había alguien que se encargaba de eso por parte de las FLN, que era Rodrigo, el responsable del trabajo político de la organización. Rodrigo se reunía con Samuel Ruiz. Era su contacto directo. Pero los contactos eran para transferirse experiencias, platicar de cómo estaba la situación en Chiapas. Y ya. Las cuestiones militares del EZLN no se platicaban con él. ¿Cuál era la posición de Samuel Ruiz, en esos primeros años, ante el proyecto político de las FLN? ¿Compartía la idea de que la revolución podía llegar a Chiapas tarde o temprano? Yo creo que sí, en el sentido de que lo permitía, que no había una negación, ni una participación en donde él dijera a su gente, a sus diáconos, a sus catequistas “hasta aquí, no dejen entrar a esa gente”. Lo hizo hasta cuando ya había problemas porque el EZLN controlaba los proyectos, controlaba el dinero que tenía como base el trabajo de la ARIC (Asociación Rural de Interés Colectivo, la principal organización de ejidatarios de la región). La ARIC controlaba toda la cuestión económica de la selva, y sus dirigentes estaban muy vinculados a la diócesis. Algunos diáconos y catequistas empezaron a sentir que ya no tenían el poder de antes. En el momento en que aparecen las cuestiones económicas, políticas, sociales y en algunos casos hasta religiosas, Samuel Ruiz ya entra y dice: “hasta aquí”, con discursos en algunos lados, como en San Miguel, cuando dice que el EZLN se había montado en el macho, en la estructura que había construido la Iglesia. Tenemos entendido que por esas fechas se pone en marcha otro movimiento armado para restarle fuerza a la guerrilla zapatista, y que esta organización está vinculada con slop (raíz, en tzeltal), un grupo semisecreto de reflexión religiosa auspiciado por la diócesis. ¿Qué sucedió ahí? ¿Qué papel desempeñó la diócesis en este sentido? Yo creo que más que por los sacerdotes, fue formado por los propios dirigentes de la ARIC, los que se decían “Los Príncipes de la Selva”. Eran líderes indígenas de años, Lázaro Hernández entre ellos. Esa gente tenía el control absoluto. Ellos decían a dónde iba cada dinero, dónde se hacían las fiestas, dónde se hacían las reuniones. Cuando Marcos empieza a dar órdenes, ellos dicen: nosotros somos los dirigentes naturales de esta selva, ¿por qué viene otra gente de afuera? Entonces forman un grupo armado. Con todos los problemas que se dan, porque pierden parte del dinero. Lo que nosotros sabíamos en aquel entonces es que ese dinero sí se lo dio la diócesis. Y que tanto Samuel Ruiz como Gonzalo Ituarte, el vicario, sí supieron que ese dinero lo querían para comprar armas, y que aparecieron con unas armitas… Todas las cosas se saben. Llegó a oídos nuestros, se empezó a investigar y se supo que alguien que había sido capitán del EZLN era el que los estaba entrenando en Las Tazas. Eso trajo como consecuencia que hubiera una discusión muy fuerte entre Guillén Vicente y los dirigentes de la ARIC, los Príncipes, pues. ¿Y cómo terminó todo? Marcos pide una reunión a la dirección nacional de las Fuerzas de Liberación Nacional. Pide que vaya Rodrigo a decirle a Samuel que aplaque a su gente, y que digan qué es lo que quieren, si va a ser algo en contra del EZLN o de qué se trata. Hubo varias reuniones en Tuxtla entre Samuel, Ituarte y Rodrigo. En una de ellas participa Guillén Vicente. En una última reunión que se da en Ocosingo se llega al acuerdo de que el otro grupo debe desarmarse, y de que Marcos no tomará represalias contra los organizadores. Esto provoca, por supuesto, que las comunidades empiecen a dividirse, sobre todo Las Tazas. El grupo se desarma, pero a partir de ahí sí empiezan los problemas con la diócesis. Como ya están divididos, si el diácono queda de este lado no quiere bautizar a los niños del otro grupo. ¿Y frente a ello, qué dice la diócesis? Trata de que no pase, sobre todo Pablo Iribarren, el párroco de Ocosingo, que intenta que no se mezcle la religión con la cuestión política o militar, cosa que es imposible porque ya los roces son muy fuertes, a tal grado que los de Las Tazas tienen que traer al diácono del ejido Morelia, que es uno de los más
cercanos al EZLN, a bautizar y a casar. Eso ya con el
tiempo se calma. ¿Se puede hablar entonces de una victoria de Marcos sobre Samuel? Bueno, el obispo sigue pensando que a estos chamacos se les va a ir pasando la calentura de las armas. ¿Qué opinión tenía la dirigencia zapatista de Samuel Ruiz? Marcos y Samuel no son muy compatibles, que digamos. Pero como obispo, Samuel Ruiz tenía un poder grande sobre la gente, y había que tomarlo en cuenta. Marcos era respetuoso en público con la religión. Su lema era: “A Samuel Ruiz hay que usarlo”. Se le usaba cuando se podía, y se le ocultaba información. Y cuando el obispo obstaculizaba, se mandaba a hablar con él a Rodrigo, que era el único que defendía al clero. Rodrigo le pedía a Samuel que entendiera el trabajo político de la organización, y trataba de limar asperezas. Cuando ocurre el incidente de Las Tazas, en 1989, el EZLN ya no es una pequeña organización, sino un ejército guerrillero, con gente uniformada, con radios y con armas. ¿Dónde consiguen todo esto? Las primeras armas las consiguió la organización, las FLN. Pero como no se podía financiar todo, se le pidió a los indígenas que ellos mismos compraran sus armas, sus radios, sus uniformes, y esto aparte de que tenían que dar su cuota, ya sea en dinero o en especie, arroz, frijol. Las armas se compraban en Estados Unidos. Era parte del trabajo de Germán. Marcos recibía el dinero y se lo mandaba a Germán. Germán compraba las armas y nos las mandaba. A los indígenas se les cobraba tres veces el precio, porque la venta de armas era parte del financiamiento del EZLN. Eso trajo como consecuencia que mucha gente de la selva, más que ir mejorando, fuera perdiendo su capacidad económica. El EZLN predicaba a su gente que los capitalistas los explotaban, y resulta que el EZLN los exprimía, ¿verdad? Ahora con eso me van a entender por qué me salí del EZLN. Si nosotros estamos diciendo que somos una organización democrática, que va ayudar al pueblo, que el enemigo es la burguesía, el imperialismo, y que los están explotando, y nosotros todavía vamos y los exprimimos, vamos y les decimos dénos su dinero para comprarles sus armas… El problema no queda ahí, sino que el dinero llega y no llegan las armas. Cuando nos damos cuenta, resulta que el dinero llega a la ciudad y se reparte a las casas de seguridad, que se supone deben estar manteniendo los militantes de la Ciudad de México. Entonces, dices, ¿cómo es posible que los indígenas pobres, jodidos, que apenas tienen para vivir, o eso decimos, estén sosteniendo las redes en las ciudades? Y eso causa problema. ¿De dónde sacaban el dinero los indígenas? Lo sacaban de su producción, del café. Había familias que sacaban 50 mil pesos en una cosecha de café. Así compraban sus grabadoras y otras cosas, se emborrachaban, porque eso lo hacían casi todos, pero quedaba también dinero para comprarse un arma de mil pesos, de dos mil pesos o más. Por eso las cuentas del EZLN siempre eran mayores en enero o febrero, cuando se vende el café. La venta de un torito, de una vaca, era para el EZLN, así como una parte de las cosechas de maíz y frijol. Estaban también los financiamientos de Sedesol, de Solidaridad, que al principio no se aceptaban, pero llegó un momento en que se les dijo que sí aceptaran, y parte iba para las armas. ¿El gobierno era consciente de esto? Yo creo que no, porque la gente llegaba, recibía su crédito a la palabra y regresaba a sus comunidades. Sedesol no sabía que era para la guerrilla. ¿Cómo es posible que el gobierno, la policía o el ejército no se dieran cuenta de lo que se estaba cocinando en la selva? Bueno, sí sabían, pero no sabían qué ni dónde. Los primeros años no pasa nada, pero con el rumor, con las borracheras en Ocosingo, en Altamirano, en Las Margaritas, alguien salía aventando patadas y diciendo que sabía de las armas, y que iba a tumbar al gobierno. Pero ¿dónde? ¡Si ellos mismos no sabían dónde! Los primeros campamentos estaban ahí en la selva, en la Biósfera de los Montes Azules, y después se iban poniendo de acuerdo con los diáconos y los catequistas, en lugares donde no llegaba nadie. Además se prohibía el paso: a partir de tal lugar, no pasa la gente. Entonces a pesar de que uno podía oír que allí estaba el EZLN, a veces ni sabía lo que era. Pero en mayo de 1993 el ejército descubre el campamento de Las Calabazas, en la sierra Corralchén, y por tanto sabe con más precisión lo que está pasando. Sí. El responsable del campamento era el mayor Mario, y no yo, como dicen en su libro. Yo para entonces ya no era nada, no estaba allí siquiera. Era gente de Marcos. El éjército, en una de tantas maniobras, iba a cruzar la sierra. Y Mario, a pesar de que le avisaron, dejó la puerta abierta: no disimuló el camino que iba al campamento, que era el más marcado y el que lógicamente seguirían los soldados. Una columna militar entra hasta la posta. Hay un pequeño tiroteo. Esto es a mediodía. Esperan a que llegue la noche. Guillén Vicente estaba en San Cristóbal, y cuando se entera de lo que pasa va a Ocosingo, y por radio controla los movimientos del mayor Mario. Comete un error Guillén, nuestro héroe militar, y ordena que en vez de salir por San Miguel, que se sabía que no había problema, vayan de frente. Y van a topar precisamente contra una emboscada del ejército. Ahí es donde muere un insurgente, Rafael. Tienen que replegarse y hacer, ahora sí, el movimiento que debieron haber hecho: regresar, entrar por San Miguel y cruzar hacia la sierra Livingstone. Ese error le cuesta al EZLN todos los documentos que había en el campamento.
A pesar de todo, el EZLN no da marcha atrás y sigue preparando la guerra. ¿Cómo se tomó esa decisión? ¿Es cierto que hubo una votación en las comunidades? Bueno sí, pero fue un truco de Guillén Vicente. Algo que logró… cómo decir, con esa magia que tiene para convencer a la gente, para manipular las palabras. Guillén Vicente empezó a ver que estaba cambiando la situación política nacional e internacional. Y también dentro de la organización. Si los indígenas financiaban a las ciudades, era porque ya no había militancia en las ciudades. Entonces, ¿dónde estaba esa organización madre del EZLN, las Fuerzas de Liberación Nacional? Las casas de seguridad de la Ciudad de México estaban llenas de indígenas que estaban estudiando radiotécnica, enfermería, técnicas para la guerra, pero no había gente de la ciudad. Por otro lado, mientras Guillén preparaba la guerra, Rodrigo consideraba que había que transformar las FLN en un partido político y dejar la lucha armada. Germán no se pronuncia, y se decide organizar una votación. Desde el 92 Marcos empezó a preparar a la gente. Con el apoyo de Yolanda, Rolando, Mario y los otros mayores indígenas se preparó una serie de lineamientos para convencer a las comunidades de que había que ir a la guerra. Se reúne a los responsables y se les envía a que platiquen con su gente. Se les decía: Rodrigo está queriendo cambiar la organización, y vamos a perder todo el trabajo de años. Guillén probó una vez más su gran capacidad de manipulación, que yo ya conocía desde la Universidad Metropolitana. Él logra convencer a los responsables para que las comunidades voten que sí a la guerra. Los argumentos son de este tipo: se van a morir de hambre, y los soldados les van a reprimir. Esas son las votaciones de Marcos: “¿Quieren vivir como perros o morir como héroes? ¿Quieren que los soldados lleguen a violar a las mujeres?” “¡Nooo!” ¡Pues claro! Guillén ganó la votación en las comunidades en 1992, y también en el congreso de las Fuerzas de Liberación Nacional que se organizó en el ejido El Prado a finales de enero de 1993. Rodrigo fue tranquilo porque nunca creyó que pudiera ganar la posición de Marcos a favor de la guerra. Pero la reunión estaba preparada. Los representantes de las comunidades habían llegado tres días antes y se les había dado pláticas sobre cómo votar. Se les dijo: “A la hora de que llegue Rodrigo y los quiera convencer, no se dejen. Si no entienden nada, no hay problema. Ustedes levanten la mano cuando el mayor levante la mano”. Y eso fue lo que pasó. A fin de cuentas, ¿quién iba a entender el español, o quién iba a entender todos los rollos políticos que se hablaron ahí? Poca gente. Eso fue lo que provocó la ruptura de Rodrigo. Él veía que cuando levantaba uno la mano, la levantaban los demás. “Esto no es democrático ni es nada”, dijo él. ¿Esto significa que Marcos engañó a los indígenas? Esto significa que Guillén tiene la capacidad para convencer a la gente de lo que él quiere. Él nos puede decir en sus comunicados que la revolución, o que fulanito, o que zutanito… quién lo sabe. Aquí nos dice que el viejo Antonio es un gran revolucionario. ¿Pero quién es Antonio? Es un asesino. Antonio llegó a la última comunidad, al final de la selva, porque estaba huyendo después de haber asesinado a una gente. ¡Y lo presenta como un héroe! ¿Y cómo surge el Comité Clandestino Revolucionario Indígena, el CCRI? El CCRI nace en la reunión de Prado y no tiene nada que ver con la organización militar del EZLN. Son los representantes de cada zona. Eso de que son comandantes resultó después de enero (de 1994), cuando Guillén desconoce a Germán en un comunicado. En ese momento Germán queda fuera. Pero entonces, ¿quién va a mandar a Marquitos? ¿Cómo va a hacer para que la gente crea que está mandando obedeciendo? Entonces tiene que inventar algo, y es el CCRI y sus comandantes. Pero si el EZLN es una organización militar, el que manda es el máximo dirigente, que es Guillén. ¿Entonces no es cierto que los comandantes indígenas del CCRI le dan las órdenes a Marcos? No, no, no, eso es una historia. Es otra historia de Marcos. Marcos da las órdenes y les dice a los mayores: “tú diles esto a los responsables”. Y ellos hablan con los responsables de las comunidades. Después los responsables van a sus pueblos y convencen a la gente. Hace poco el senador Carlos Payán, que dio tanta cabida al EZLN cuando dirigía el periódico La Jornada, acusó a los dirigentes zapatistas de “polpotianos”. ¿Qué opina de ese calificativo? ¿Cree que ha tenido impacto? Pues Carlos Payán está muy informado. Se está dando cuenta de todo lo que está pasando. Las entradas y salidas de la Cocopa y la información que se filtra, pues le dan la oportunidad de decir lo que dijo. Creo que ya mucha gente está conociendo al EZLN y sus métodos. Al exterior, yo creo que la gente, sobre todo los intelectuales, se están dando cuenta de eso. Dentro no influye nada, porque la gente no sabe ni siquiera quién es Pol Pot. Ni los propios dirigentes zapatistas. Si le preguntamos a Tacho quién es Pol Pot, no va a saber contestar. Quizás Moisés, porque es una persona más educada. Moisés es una gente formada por las FLN. Está más politizado. Es una gente con más capacidad y conocimientos que sí lo hacen más cercano a Guillén. ¿Y David, el responsable zapatista de Los Altos? David es más la idea del bienestar de la comunidad. Ese era además su trabajo como catequista: ver si llegaba el proyecto, conseguir una clínica, un vehículo, financiamiento para sembrar… Y cuando se le presentó alguien que le dijo: “Nosotros vamos a hacer lo que el gobierno no hace por ustedes”, pues se subió al tren. ¿Estos mandos contribuyen a crear la confianza entre Marcos y las bases indígenas? Si, el puente entre los indígenas y Marcos son los catequistas, los comisariados ejidales… Ese es el hilo, porque en realidad nunca hubo una convivencia de Marcos con las comunidades. Y ahora creo que hay todavía menos. Sí llegábamos a las comunidades, pero nos quedábamos en casas de seguridad, y ahí nos visitaban los responsables de los pueblos y la gente autorizada por ellos. ¿Entonces, la base como tal no tiene contacto directo con Marcos? No. ¿Qué importancia tenía la figura del Che? La figura del Che fue impuesta, como muchas otras cosas. El Che no existía. Nadie sabía quién era el Che. Se escuchaba Radio Habana, y ahí se mencionaba al Che, pero el Che en Cuba. Pero que si era argentino, o que si había estado en México, eso nadie lo sabía. Pero Guillén sí manejaba mucho la figura del Che, aunque yo creo que él, más que parecerse al Che, se parece a Lenin. ¿En qué sentido? En el sentido de que, como Lenin, Marcos piensa que al pueblo hay que dejarlo que sufra, porque entre más sufra, más ganas de levantarse. Esa es la idea de Guillén. Del Che habla mucho pero no se le parece. El Che se quitaba la camisa y cargaba bultos. Eso no lo tiene Guillén. Es una gente desarraigada. Sacrificado por exhibicionismo, como cuando se autocastigó a no comer una vez que agarraron a unos de su gente robando comida. ¿Cuál es su opinión de Marcos? Es un genio en el manejo de la propaganda y de las relaciones con la gente. Estudia a la gente para poder manejarla mejor. Y eso le da una ventaja sobre los demás. Él sabe que tiene muchos conocimientos y que es un pez en el agua en un medio donde nadie sabe un carajo. Aprendió a expresarse imitando el lenguaje tzeltal. Moisés le traduce. Marcos aspiraba a ser dirigente desde el principio. Pero Rodrigo nunca imaginó que Guillén aguantaría en la selva. Era demasiado burguesito. Y sorprendió a todos. ¿Es Marcos quien decide la fecha del 1 de enero de 1994 para el levantamiento? Sí, por supuesto. ¿Y por qué escogió ese día? Fue más bien obligado, porque por las filtraciones y las borracheras ya todo el mundo sabía que iba a haber guerra. Entonces Guillén decidió dejarlo para el último día del año, cuando ya nadie iba a esperar nada. Esa fue la razón. No hubo una razón política, ni por el inicio del Tratado de Libre Comercio ni por el aniversario de la revolución cubana. Aunque esté yo en desacuerdo con la decisión, hay que reconocer que acertó en su manera de usar la prensa y la sorpresa para poder dar a conocer todo. La personalidad de Guillén Vicente fue determinante. Hubiera sido una gente seria, como esos del epr… pero éste chacoteaba, hacía chistes, se burlaba de sí mismo. Eso era nuevo, y fue la sal y la pimienta para un nuevo modo de hacer periodismo. En 1994 usted ya no estaba en el movimiento. ¿Por qué decidió salirse? Empecé a preguntarme qué hacía yo ahí. Nunca fui realmente un hombre de armas. Además, como ya dije antes, pasaron algunas cosas y uno va tomando conciencia. Así como la historia de Antonio, la historia de las armas, que da pena ver cómo gente que apenas tiene dinero tiene que sostener a otros…, así vas viendo las contradicciones. Veía todos los vicios de la dirigencia de las Fuerzas de la Liberación Nacional. Lo vagos que eran. La dirección nacional era como una telenovela. Germán era el dirigente histórico, con una gran experiencia en la clandestinidad, pero políticamente muy torpe. Tan torpe que para expresar sus ideas en el buró político delegaba en otros, en especial Guillén. Elisa era un cero a la izquierda. Era la tercera dirigente nacional de las FLN, pero realmente no la tomaban en cuenta para nada. Elorriaga llega por el 85, conoce a Elisa y fue un amor a primera vista. La mujer le hace subteniente, pero Germán le quita el rango. Se hizo acreedor de la distinción de “compañero ejemplar” porque dio su carro, que en realidad era de su padre, no suyo. Y hacía cualquier trabajo que se le encargaba. En el 93 llega a ser encargado de la comisión ideológica tras la salida de Rodrigo. No hay nadie más de confianza de Marcos. En lo personal, mis roces con Marcos se multiplicaron. Hubo una serie de incidentes, y desacuerdos en el manejo de las cuentas, porque Marcos nunca daba explicaciones sobre el uso de los recursos. Me enojaban las mentiras. Yo nunca vi al militar como un enemigo. No pude. La imagen que yo tengo de ellos es cuando fueron a rescatarme de las inundaciones de mi pueblo. Los militares nunca violaron mujeres, ni se comían las frutas de los huertos, como Marcos ordenaba decir a Samuel. Yo escuchaba las comunicaciones y sabía que todo aquello no era cierto. ¿Cómo podía estar yo avalando aquello? Marcos vio que yo no era el gran revolucionario, y me mandó para San Cristóbal en junio de 1992. Estuve allí hasta febrero de 1993. Y entonces me mandaron a Jalapa. En julio de 1993 me salí. Fue una gran experiencia, pero me había dado cuenta de que la organización no tenía nada de democrático ni de revolucionario. ¿Cuál es su situación actual? Sigo clandestino. Tras el acoso de la policía desaparecí. A mi familia hace tres años que no la veo. No la quiero implicar en nada. He hablado con ellos tres veces por teléfono. Les digo que estoy bien, que no hagan caso de lo que diga la tele. ¿A qué teme? A la venganza. Me cuido de todo… es una situación a la que estoy acostumbrado. Yo sabía que esto iba a pasar. Ahora no sólo me cuido de las fuerzas de seguridad, sino también de mis ex compañeros. No ya por el 95, sino desde antes. Desde que salí de las Fuerzas de Liberación Nacional me cuido de Germán. ¿Hasta cuándo piensa permanecer en la clandestinidad? Va a depender de cómo se desarrollan las cosas. ¿Y qué salida ve al conflicto? No sé cómo va a terminar, pero sí cómo va a continuar. Yo creo que Guillén va a seguir dando largas. ¿Negociar? Negociar nada. Todo este movimiento que está haciendo ahora no es para negociar, ni para ver si tiene alguna ventaja o desventaja con el Gobierno. De lo que se trata es de preparar a la gente para las elecciones del 2000. Esa es la tirada de Guillén.

Entrevista de Letras libres

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