lunes, 3 de diciembre de 2007

El lado obscuro de la Gran Ciudad

Venta nocturna de armas en Tlalpan: una Pietro Beretta, a $2,000; por una escopeta, Uzi o carabina piden $7,000

Por: Francisco Reséndiz | Ciudad Miercoles 3 de Diciembre de 2003 | Hora de publicación: 01:57

Ya es de noche. Las zapatillas y los vestidos cortos han tomado las calles. En Cumbres de Maltrata, a unos pasos de Tlalpan, El Negro llega y atiende a quien se lo pide. Está listo para ofrecer mujeres, droga y, como si fueran juguetes, pistolas, rifles y carabinas.
Por dos mil pesos cualquiera puede comprar una pistola semiautomática Pietro Beretta, italiana, de nueve milímetros con 12 tiros en el cargador y cualquier cantidad de cajas con cartuchos útiles. Un paquete con 300 tiros y un cargador adicional “de regalo” por 500 pesos más.
El vendedor desconfía y pide al curioso mostrar el dinero antes de continuar. Satisfecho, sigue como todo un conocedor y saca una más. “Como las que usan en el cine”, dice y apunta con ella a una prostituta. Tiene un cañón largo y cacha de madera, 3 mil 700 pesos, pero no tiene parque para la Smith & Wesson .357.
Durante 10 minutos saca de unas cajas de cartón que tiene abordo de una camioneta americana, una tras otra, primero un revolver Colt 6.35 de repetición; una escuadra Tanfoglio, luego otra alemana calibre 22, ésta cuesta 800 pesos. Ve entusiasmado al curioso y ofrece “sus joyas”: un revolver .38 y una escopeta de repetición Benelli con seis cargas.
Se acercan tres sexoservidoras. Vienen de una “fiesta” y se ponen a las órdenes de El Negro y, éste, indiferente les pide que suban y se sienten en la parte trasera del vehículo sin placas. Luego sigue con las armas y ofrece a la más joven de las muchachas. “Si quieres con ella te sale en uno y medio, tiene 15 años”, dice.
Los precios van desde 200 pesos por una pistola “hechiza” de un solo tiro hasta 7 mil pesos por una escopeta, una carabina o una ametralladora tipo policial. Luego muestra una revista de armas y dice que consigue cualquiera. A unos metros, una patrulla de la policía capitalina no lo ve.
La lentitud de los autos sobre Tlalpan ya es insoportable. La prostitución que se ha apoderado de la avenida y sus bocacalles, desde San Antonio Abad hasta General Anaya, es una pantalla ideal para que otros hagan negocios.
El servicio que ofrecen cientos de hombres, de mujeres y de trasvestis es desde 200 pesos “por un francés”, 370 pesos por una relación sexual ahí mismo, en la calle, hasta 800 pesos por “un completo” de una hora y mil 500 pesos por una hora con una o un menor de edad.
Hay un breve diálogo con El Negro.
—¿Cuántas puedo comprarte?
—¿Eres guerrillero?, no mames. Pues las que quieras. Pero si vas con cualquier otro de aquí te las va a dar igual y a la mejor y hasta te atracan.
Se buscan más armas y se encuentran. Se busca droga y también se encuentra, con ellos mismos, con las sexoservidoras que a veces sirven de “burros” y entregan dosis de cocaína, éxtasis y pastillas que aumentan el precio de su servicio entre 200 y mil 500 pesos “según la calidad”.
¿SOLO ARMAS? Dos policías que antes bajaron de una patrulla azul y gris, con dos rótulos, uno que dice “Protección Ciudadana” y otro con “Alamos Norte”; se acercan al curioso y se confiesan a cambio de un atole de doña Ana, ahí mismo, en Cumbres de Maltrata, a la vuelta de Tlalpan, ya es la una de la mañana:
“Aquí pasa todo y no pasa nada”, dice uno de los dos policías. Luego ríe, da un sorbo a su vaso y continúa: “Aquí hay chavas de todas partes, de todas las edades, entre más pequeñas y buenas son más caras, las más viejas también cobran caro porque tienen bonita cara, ayer hasta una Uzzi me vendían”.
El sexoservicio, las drogas y las armas que ha visto el curioso despiertan el interés y pregunta a los policías sobre otras “chavitas”. El Negro da una dirección y detalles: “Tlalpan 1843, puerta roja. Entras y pides el servicio, ahí si quieres hasta una grapa de coca y dos viejas a la vez, pero sólo terminas con una, te dejan el paquete hasta en 900 varos y si quieres ahí también me llaman por si te interesas por la fusca, pero no hay menores, las meten al bote”.
Al final el curioso pide tiempo para analizar si compra una pistola. Irónicamente, el vendedor comenta que no siempre lleva las armas para evitar robos o para no tener problemas con la policía. Detalla que deambula en varios vehículos de la zona Cumbres de Maltrata, 5 de Febrero y Bélgica, a espaldas del Metro Nativitas.
Al llegar a la casona de Tlalpan y preguntar por el servicio con niñas la “encargada” remite a los paseantes otra dirección: Antonio Maura 88 esquina con Juana de Arco, Colonia La Moderna, a una calle del Metro Xola, en la marquesina reza: “Sociedad Cooperativa de Artesanos”.
Ahí se encuentra con la sorpresa de que hay mujeres centroamericanas y sudamericanas. Con una copa en la mano una de ellas narra un sito común. Dice duermen ahí mismo y que junto con su hermana fue traída de Costa Rica por “un amigo” y obligada a prostituirse.
Ya son las cuatro de la mañana. El curioso se encuentra con dos sexoservidoras y lo remiten a Toledo 93 equina Andalucía. Una imprenta sirve de pantalla para entrar y escoger. Cansadas, una docena de mujeres entre 15 y 25 años se quitan las cobijas para mostrar sus cuerpos. En Lamartine 341, Polanco, la mayoría no hablan español.
De ahí a Retorno 803 No. 13, esquina Gálvez y Fuentes, en la colonia Centinela, luego Nápoles 50 y la Estética Claudia de Jalapa 164, el recorrido termina en Bosques de Africa 254, en Aragón, es un zaguán lila. Son casi las dos de la tarde. En estas direcciones cualquiera puede encontrar mujeres, alcohol, drogas y armas, siempre y cuando haya dinero.


Crónica  

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